Estamos ante la mayor catástrofe humanitaria desde la II Guerra Mundial, una tragedia que golpea los cimientos de lo que conocemos como Derechos Humanos y que pone en jaque la vida de millones de personas en todo el mundo. Algunos lo llaman ‘Crisis de Refugiados’; otros, más directamente, crisis de Solidaridad.
Las guerras interminables en Siria, Afganistán o Irak, los conflictos internos en países africanos o, llanamente, la pobreza extrema y el deseo de una vida mejor, ha llevado a más de 65 millones de personas a huir de sus hogares. De ellas, 21 millones de personas son refugiadas, es decir, escapan porque les va la vida en ello. La mayor parte de los refugiados se encuentran en países como Turquía, Pakistán, Líbano o Irán. Pero la crisis llama también a las puertas de Europa. Y Grecia es su principal punto de inflexión, con más de 60.000 personas varadas sin saber si pueden salir de allí o, incluso, regresar a sus países de origen.
Las personas más vulnerables son los niños y las mujeres. Los que más sufren. A los que más hay que proteger.
Por estas razones, la Cruz Roja y la Media Luna Roja han puesto en marcha una campaña humanitaria sin precedentes en la que participa activamente Cruz Roja Española, gestionando la salud y el saneamiento de los campos de refugiados de Ritsona y de Skaramagas.
Skaramagas fue, precisamente, el destino de una pediatra que trabaja en el Servicio de Pediatría del Hospital Vall d´Hebron de Barcelona, Angela Gregoraci.
- ¿Qué te ha llevado a trabajar en un campo de refugiados? ¿Cuál es tu motivación?
Como escribe Sami Naïr, la dramática crisis de los refugiados se trata de la mayor catástrofe humanitaria desde la segunda Guerra Mundial, una tragedia que sacude la consciencia ética de todos, que plantea interrogantes esenciales sobre la solidaridad humana, el respeto de los Derechos Humanos y la creencia en los principios y los valores fundamentales de nuestra sociedad. La indignación que me genera, la inquietud, la seguridad, aun fugaz, y la tozudez, y la búsqueda incesante de la felicidad, la esperanza, y el instinto de libertad, hicieron que encontrase el valor para huir de la zona de confort y escapar de la terrible sensación de impotencia, para enfrentarme a la realidad, aunque doliese, y arriesgarme, y vivirlo y sentir que podía hacer algo. Y ser movimiento. Aunque sólo fuese temporalmente. Era la oportunidad para intentar cambiar algo. Sí, la indignación que sentí por la situación de los refugiados me llevó hasta Grecia.
- ¿Cuál era tu labor exacta en el campo de refugiados de Skaramagas?
Yo vine como delegada (cooperante) de Cruz Roja Española para hacer de pediatra general en el campo de Skaramagas. Atendía las necesidades básicas de salud de la población infantil cada día de 9h a 17h, 6 días a la semana. Refería los casos graves o que requerían una atención especializada a los hospitales cercanos de la red de salud griega. Me reunía semanalmente con el resto del equipo de salud de Cruz Roja, con las otras instituciones u ONG que tenían relación con la asistencia a la salud o a la mujer y la población infantil para intentar coordinar la atención ofrecida a los refugiados y mejorar dicha asistencia. Fuera del horario de asistencia clínica trabajé, junto con el equipo de enfermería, en prevención y educación para la salud elaborando carteles y sesiones informativas (prevención de accidentes domésticos, manejo de dolencias comunes como vómitos, diarrea y tos), además de colaborar en la revisión del material de la unidad de emergencias básicas y la farmacia.
- ¿De qué manera trabaja Cruz Roja por las mujeres y la infancia en este campo?
Desde los equipos de salud, psicosocial e higiene, Cruz Roja lleva a cabo proyectos en proyectos de prevención, educación y cuidados básicos de salud infantil y de la mujer. Dentro del equipo de Salud hay un médico general, tres enfermeras, una matrona y una pediatra.
Al cambiar la situación de ‘emergencia aguda transitoria’ a ‘emergencia crónica continuada’, las necesidades de salud también cambiaron y hubo que adaptarse. La vigilancia nutricional e inmunización de mujeres embarazadas y niños se volvía algo imperativo, así como los cuidados prenatales y postnatales, la elaboración de tarjetas sanitarias para enfermos crónicos y embarazadas, la agilización de la referencia de casos graves o de especialidades a hospitales cercanos, y la prestación de atención psicológica para adultos y niños.
Desde psicosocial se intenta ayudar a gestionar de la mejor manera posible los difíciles momentos por los que están pasando los refugiados, facilitándoles el intercambio de experiencias y la planificación de actividades que fomenten su resiliencia y mejoren su convivencia y situación dentro de los campos. Desde el equipo de promoción de higiene, se intenta fidelizar grupos de voluntarios entre la población refugiada para hacer campañas de sensibilización a través de sesiones informativas y carteles con recomendaciones.
- ¿Crees que se trata de un colectivo, el de las mujeres, más vulnerable que otro?
Escribe Sami Naïr que el mundo del éxodo no es el mundo de la solidaridad y la compasión. Es el de la fuerza, el sálvese quien pueda, la astucia y la insolidaridad, a menudo entre las propias víctimas de este implacable destino. Y dentro de este mundo, los más vulnerables, por destino de la naturaleza, son las mujeres y niños, los que más sufren, a los que más hay que proteger: protección de sus cuerpos, de su género, de su condición de mujer, madre, niños. Protección que a pesar de todos los esfuerzos sigue siendo, lamentablemente, la menos controlada. Una generación que corre el riesgo de ser lo que vaticinan algunos, la generación perdida: obligados a huir de los bombardeos, de la guerra, de su país, la falta de hogar, la muerte de sus padres o hermanos, el duro y largo viaje de huida, la privación de educación… nadie sabe las consecuencias identitarias, psicológicas y culturales que resultarán de esta terrible tragedia.
- ¿Cuáles son sus principales necesidades desde tu ámbito de trabajo?
Además de las necesidades básicas de salud ya anteriormente mencionadas, el apoyo psicológico resulta una emergencia todavía no cubierta. Las necesidades emocionales, las carencias afectivas, ésas, siguen siendo tan grandes que haría falta mucho tiempo y ayuda para cubrirlas. Sin embargo es una prioridad de la que nadie se ocupa, lo que hay todavía no está operativo y seguramente sea insuficiente. Los refugiados son personas que sufren constantemente e inevitablemente el recuerdo de la traumática situación vivida, que han perdido para siempre sus casas, tierras, pertenencias, familiares, su entorno social y sus medios de vida. A ello se le suma los padecimientos propios de la ruta de huida y el desconocimiento del idioma y la cultura de los países a los que llegan donde la mayoría de las veces son recibidos como extraños.
- Imagino que habrá habido momentos o situaciones muy positivas, de esas que te ‘guardas’. ¿Cuáles son para ti?
En el día a día yo iba haciendo mi marcha, en mi caravana-consulta, rememorando mis años de residencia y aprendiendo tantas cosas que nunca supe o que tenía olvidadas. Viendo pasar la gente, viendo pasar la vida. Con los que vienen con la excusa de alguna dolencia sólo para hablar y que les escuches, los que repiten cada día, los que se quejan, pocos pero ruidosos, los que agradecen que estés ahí; muchas caras tristes, algunas sonrientes, otras felices cuando han recibido notificación de que ya tienen reubicación… todos sueñan con “Alemanya” (quién sabe si realmente estarán mejor que aquí…). Los que te abrazan al marchar, los que exigen que les des el antibiótico y te cargan con la culpa de que algo malo le pasará a su hijo, los que lloran, los que ríen; los que vienen sólo a saludar, los que vienen a verte, los que nunca vuelven…
Y luego están los niños estrella, como Manan y Ghazal, que no sabes bien por qué te toca el corazón y lo derrite en lágrimas. Manan, que no quiere salir de su caravana, que se hace pipí encima, que me dio un beso de esos que no olvidas…. El día que fui a verla a su caravana se puso tan feliz… O Ghazal, que no puede dormir por la noche porque calaveras con cara de mujer irrumpen sus sueños y a la que regalé un cuaderno antes de irme para que dibujase los sueños que querría tener…
Aquí no hay lugar a la añoranza, llega a ser todo tan intenso, las personas, los lugares, las vivencias, que no da tiempo ni a pensar en si echas de menos lo que dejaste atrás. Es así, de duro y de bonito.
- También, habrá, supongo, sus momentos ‘duros’. ¿Me puedes apuntar algunos?
Estuve en Skaramagas cuatro semanas. Cuatro semanas que podrían haber sido cuatro meses, cuatro semanas en las que a los sentimientos de pánico, incertidumbre e inseguridad por mi papel aquí, se sucedieron aquellos de indignación, ternura, frustración, satisfacción, impotencia, empatía, esperanza, desesperanza, rabia, confianza y desconfianza en la Humanidad…. Posiblemente nada que no supiese o sospechase ya… pero verlo, vivirlo, es tan intenso que no puede dejarte indiferente. La realidad supera la ficción. Cada día me acordaba de los componentes de la familia Joad de la novela “Las uvas de la ira” que, obligados por el polvo y la sequía, se ven arrastrados a abandonar sus tierras, junto con otros miles de personas de Oklahoma y Texas, rumbo a la “tierra prometida” de California: gente en fuga, refugiados del polvo y de la tierra que merma, gente que huye […] ¿De dónde sale el valor? ¿De dónde la fe tremenda? […] Gente huyendo del terror que queda atrás… Le suceden cosas extrañas, algunas amargamente crueles y otras tan hermosas que la fe se vuelve a encender, y para siempre.
Con la tremenda diferencia de que con los que yo me topé en el camino preferían volver de donde habían huido que seguir huyendo… La situación de emergencia se convirtió en “Ayuda humanitaria continuada”… Y lo saben y la desesperación crece. Han huido de la guerra pero siguen privados de su libertad y autonomía. Muchos han perdido ya la esperanza… un padre me dijo que él ya había perdido su futuro, que sólo seguía adelante para que sus hijos no lo perdiesen también
- ¿Qué piensas sobre el incremento de la xenofobia y el racismo en Occidente, con especial incidencia contra las personas refugiadas?
Comparto la opinión y la preocupación de S. Naïr de que el auge del racismo así como el retorno de los fascismos en Europa y en el mundo occidental es una gravísima consecuencia directa de la falta de visión sobre los flujos migratorios que, motivados por diferentes razones (guerra, hambre, cambio climático…) existen, siempre han existido y seguirán existiendo. Las políticas del miedo y catastrofistas sirven únicamente para conseguir poder y dominar mejor a los ciudadanos aterrorizados ante un futuro incierto en el que además todas las variables estructurales de nuestra sociedad están en crisis. Es indignante que cada vez haya más acuerdos para el libre movimiento del capital y las mercancías mientras se construyen más y más murallas y vallas que impidan la libre circulación y protección de las personas.
Me encantaría.
- Si regresas, ¿qué cosas harías de forma diferente?
Insistiría en la necesidad de una mejor comunicación con la población refugiada, para que estén bien informados de lo que hacemos, para conocer sus necesidades y opiniones y poder responder mejor a las mismas. Plantearía la posibilidad, al igual que se hace en los proyectos de psicosocial y promoción de higiene, de implicar a voluntarios de la comunidad en los proyectos de salud para las campañas de prevención y educación para la salud.
Insistiría también en la necesidad de mejorar la coordinación entre los distintos actores e interlocutores implicados en salud (instituciones griegas, ONG…) para ofrecer el mejor servicio y atención a los refugiados. Propondría que también hubiese algún representante de la comunidad en dichas reuniones.
Darles más voz y autonomía, en definitiva.
- ¿Algún deseo sobre la situación de las personas refugiadas que has dejado en Grecia?
Que ojalá empiecen a sucederles esas cosas tan hermosas de las que hablaba John Steinbeck, que hagan que la fe en la Humanidad vuelva a encenderse, y para siempre.
- ¿Quieres apuntar alguna idea más?
Un hombre no sirve para nada si está solo. Y es que resulta tan difícil conseguir algo, cambiar las cosas, se huele tanta manzana podrida, que frustra… pero cuando ves a tus jefes directos y compañeros que a pesar de todo, de las horas que le dedican y las horas y horas de reuniones inútiles, siguen ahí luchando por sus ideales y principios, lo que siento es admiración, y me invade la esperanza y la alegría de ver que todavía haya gente así y te contagias de su energía y perseverancia.